Dos semanas de vacaciones en Francia. Desgraciadamente, no tengo más tiempo. Y como queremos limitar el tiempo de viaje, este año vamos a ir en avión. Solo una hora y media en el avión en lugar de más de 10 horas en el coche. Perfecto. Además, será la primera vez que vuele con mi S-ICD. Va a ser un momento muy especial cuando enseñe mi tarjeta de paciente por primera vez. Pienso que lo mejor es no darle demasiada importancia. A mi hijo Timo le digo en broma que seguro que yo no tengo que hacer cola porque soy famoso. Aunque no se lo cree en absoluto. Levanto mi tarjeta de S-ICD para llamar la atención del oficial de aduana. Inmediatamente, me piden amablemente que me eche a un lado y avance. Le guiño el ojo a Timo y veo miradas sorprendidas en las caras de otros viajeros que guardan cola. No tengo que pasar por el detector de metales. Nunca he facturado tan rápido. ¡Increíble! Después de un vuelo tranquilo, empiezan las verdaderas vacaciones.
El tiempo es estupendo, así que vamos a la playa esa misma tarde. No soy vanidoso, pero la primera vez que me quito la camiseta en la playa no me siento muy cómodo. Mis cicatrices aún se ven mucho y el S-ICD es también bastante evidente. Me siento incómodo, pero ni por asomo avergonzado. De hecho, estoy muy orgulloso. Porque gracias a mi S-ICD puedo disfrutar de unas tranquilas vacaciones con mi familia. Y eso es exactamente lo que estoy haciendo. Disfruto de todo al máximo: nadar en el mar Mediterráneo, tirarme por el tobogán a la piscina con mis hijos cien veces, beber vino y comer muchos helados. Después de la tempestad, siempre sale el sol, en ambos sentidos de la palabra.
Rob